Semiótica sinfónica

Llámenme dork, pero a mí German Cáceres me recuerda a Bugs Bunny

El jueves fui a parar a un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Teatro Presidente. Para no mentirles, y ya se los he dicho en alguna otra ocasión, no sé nada de música, y menos la clásica, aparte del hecho de que me gusta oírla y verla tocar en vivo.

Aún así, creo -o quiero creer-, que en cada oportunidad, voy aprendiendo más, aunque sea por deducciones propias de la observación directa. Ya voy ubicando mejor adonde va cada tipo de instrumento, la diferencia entre los sonidos, cómo cambia el compás entre una pieza y otra.

I struggle en estos posts (como en el de Carmina Burana), porque los adjetivos de mi vocabulario se quedan cortos para transmitirles con precisión lo que la Sinfónica me evoca como la espectadora no tan conocedora que soy (aún ignorante en las bellas artes diría yo).

Si les digo "estuvo bonito", suena insultante, porque es más que bonito; y si les digo "magnífico", puede sonar exagerado, aunque sea más que magnífico. Y si les digo "supercalifragilísticoexpliadioso", ¿correré el riesgo de sonar geeky y que se rían frente a la compu?


Vamos a lo objetivo. En este concierto, se interpretaron tres piezas: la primera, una elegía del músico salvadoreño José Napoleón Rodríguez; la segunda, una sinfonía de Beethoven, con solos de Diego Hernández, un joven violinista de admirable currículo; y la última era de Mendelssohn, conmemorando el segundo centenario de su natalicio.

El común denominador: la predominancia de los instrumentos de cuerdas, con algún acento de los de viento metal. Quizá ver tantos violines, violas y violonchelos sobre un solo escenario, me puso a pensar que nunca había visto uno de cerca, así como para examinarlo y saber de dónde o cómo le sale el sonido. ¡Ah! No deja de impresionarme la capacidad de inventiva del ser humano.

Pero hay algo que me causa un mayor grado de fascinación: el director de orquesta, en este caso, el Maestro German Cáceres. Uno, que me deja boquiabierta pensar que ha de tener una memoria de mil gigabytes y un oído musical sobrehumano, para recordar hasta la última nota de tantas obras que, digámoslo claro, cortas y simples no son.

Dos, que a un nivel comunicacional, me gustaría saber cómo funciona su lenguaje kinético. Yo solo veo las manos moverse en un baile con la batuta y algún otro saltito que da con el compás, pero es intrigante saber si hasta el más mínimo movimiento está fríamente calculado y sistematizado en un proceso semiótico que, obviamente, los músicos siguen a la perfección. Es hablar sin hablarse. Simplemente fascinante.

Al final, entre oír el concierto, tratar de imaginarme una historia que fuera con la música (cosa que, con el déficit de atención que me manejaba ese día, no logré) y estudiar la comunicación director-músicos, la imagen mental de Bugs Bunny como director de orquesta no tardó en aparecer tal cual ventana pop up.


Es tan interesante caer en la cuenta de que hasta los detalles más banales de la infancia se cuelan en nuestra cosmovisión de adultos, y que honestamente, no es algo que me interese cambiar solo para fingir que soy una mujer adulta, madura y seria.

Soy todas esas cosas -a veces más y a veces menos-, pero no las considero mutuamente excluyentes con la niña que llevo dentro y que, mientras quiera ser mi inquilina, siempre es bienvenida a ponerme los pies en la tierra y hacerme apreciar las cosas pequeñas -pero grandes-, de la vida. Para amargarme me sobra más tiempo que vida.

Solo un comentario final: el Presidente estaba tristemente a medio llenar, por no decir vacío. Espero que en FEPADE se les haya llenado la noche anterior, porque no está demás recordar que las funciones son gratuitas y en estos tiempos, ¿quién da cosas gratis? y mucho menos cosas tan placenteras como estos espectáculos.


Ver las butacas desocupadas me hizo darles la razón a los músicos de la Sinfónica por ir a protestar con instrumentos en mano afuera de Concultura (allá en el Centro de Gobierno). No solo porque considero pertinentes las demandas salariales que ojalá de verdad se las cumplan -¿se imaginan tener tanto talento y potencial, pero no poder vivir de eso?-, sino porque es menester que se le dé mayor importancia a la cultura y el arte dentro de los planes de desarrollo del país, y que se eduque y cultive a la población para que apoye y asista a este tipo de eventos.

Así que, si por pura casualidad, alguien de la OSN leyera esto, avisen si planean hacer otra manifestación. Tengo cero talento musical, pero me animaría a ir a tocar tan siquiera el triángulo con tal de mantener la gratuidad de las funciones.

Y si, por otra locura del destino o de Google, usted Maestro German Cáceres leyera estas palabras, por favor no tome a mal la referencia a Bugs Bunny y si así fuera, las disculpas del caso. Es más, pensando en lo comercial y mercadeable del asunto, ¿qué le parecería hacer un concierto con música de Cri Cri?

¡E-e-e-e-eso es todo amigos!

Comentarios

  1. No soy experta en música pero disfruto de los conciertos porque admiro la sincronización de todos los músicos y la habilidad del director para que todas las notas vayan en el momento preciso sin que niguna salga disonante. La Elegía del Ilustre compositor vicentino José Napoleón Rodríguez me hizo valorar el talento de este genio salvadoreño que debería ser más conocido por la cantidad de piezas musicales que escribió.
    Admiré del maestro German Cáceres como vibra con la música y lo que transmite con sus manos, una energía que me imagino los músicos deben sentir.
    Muy buena la caricatura de Bugs Bunny, creo que Walt Disney y Walter Lanz y los grandes dibujantes del siglo pasado promovieron la música clásica dándole vida a la música, Fantasía es un gran ejemplo de esto. http://www.youtube.com/watch?v=4V-KY6CvPzc

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